La animación es un mundo desconocido. Si ahora mismo salieras a la calle y preguntaras de qué va eso de la animación, alrededor del 99% de las personas te diría —muy seguras— que “son dibujitos para niños”. Y aunque eso es una parte esencial de lo que hacemos, la realidad es que la animación es mucho más: películas para adultos, videojuegos, efectos especiales, aplicaciones, publicidad… Es un medio, una técnica, un arte con un abanico amplísimo. De ahí la conclusión de que, desde fuera, se conoce poco o nada al sector. Pero eso está a punto de cambiar.
Desde Hampa Studio, aprovechamos el Día Mundial de la Animación para acercar la realidad de la industria a la gente. Para ello, hemos reunido a tres profesionales del sector: Darío Sánchez (‘Momonsters‘), CEO del estudio 3Doubles; Belli Ramírez (‘Planet 51‘), directora de producción y docente en Mr. Cohl; y la guionista y script doctor Elena Gobernado (‘Pocoyó‘), co-fundadora de MIA (Asociación de Mujeres en la Industria de la Animación); y los hemos sometido a una lista de preguntas tan impertinentes como reveladoras.
En estas líneas encontrarás secretos y anécdotas reales que te harán descubrir nuestro trabajo desde otra perspectiva. Ya veremos si, al final del texto, tu percepción de nosotros cambia o, lo que es más esperable, se vuelve aún peor.
¿Has escondido mensajes secretos en alguno de los proyectos que os han encargado?
Darío Sánchez: “Mensajes secretos como tal no, pero en una película nominada al Goya se nos coló un aparato reproductor masculino. No fue aposta. Simplemente el efecto salió así y, aunque a mí me pareció evidente cuando vi el plano por primera vez, nunca lo cambiamos. La verdad es que nadie le dio mucha importancia. Quizá sea como las nubes, que cada uno las interpreta a su manera”.
Elena Gobernado: “Aparte de los múltiples guiños a gente de mi familia, me viene a la cabeza una vez que quisimos divertirnos en el equipo de guión. Para una serie, creamos un personaje tiránico y acomplejado. Cuando lo vió nuestro jefe de entonces, le encantó de inmediato. ‘¡Es genial, qué tipo tan patético!’. Pues bien… lo que no sabía es que nos habíamos inspirado en él para crearlo”.
Belli Ramírez: “Cuando trabajaba en una serie de muy bajo presupuesto, a menudo desde el equipo se incitaba a que los personajes se les intuyese alguna parte íntima en un único fotograma. Como en la serie se reutilizaban muchísimos planos, en todos los episodios, si pausas en el instante exacto, puedes ver un teta por aquí, un pene por allá… Todo muy normal”.
¿Qué es lo más raro que has tenido que hacer?
D.S.: “En un momento dado, nuestro estudio estaba pasando por una crisis y estábamos buscando nuevos proyectos como locos. Fue entonces cuando una empresa extranjera nos ofreció hacer videos de animación 3D… pornográficos. Aunque el dinero nos hubiera venido bien en esos momentos, fue pensar en cómo tomaríamos referencias para tal animación en el estudio y rechazarlo de inmediato”.
E.G.: “En contra de mis ideales, en horas bajas me he visto obligada a aceptar algunos proyectos. Entre ellos escribir el discurso de un alcalde contrario a mi ideología, y hacerle ganar las elecciones, o redactar la historia ganadora de un concurso de talentos para un niño rico”.
B.R.: “Pues remangarme y meterme a preparar los layouts de fondos para un estudio chino. Me tocó pillar fotocopiadora, ampliar y calcar; incluso algunos me los dibujé de cero, no quiero pensar cómo quedarían esos planos”.
¿Cuál ha sido el proyecto más caótico que has vivido?
D.S.: “Lo más caótico fue preparar una serie de YouTube que ya tenía tres temporadas. Subcontratamos a dos estudios externos para asegurarnos de tener donde apoyarnos si uno fallaba… y fallaron los dos. Ahí nos encontramos con la tarea titánica de entregar ocho episodios en tres semanas. Trabajamos las 24 horas y los siete días de la semana. Parte del equipo enloqueció de tal manera que necesitó tres semanas de vacaciones para recuperarse… A pesar de todo, no sólo entregamos el proyecto a tiempo, sino que el resultado fue de una calidad que aún no logro comprender”.
E.G.: “Actualmente me enfrento a un proyecto que refleja las peores pesadillas de cualquier guionista: personajes sin personalidades definidas, un universo que no se sostiene… A eso hay que sumarle todas las censuras técnicas y líneas rojas posibles. Una auténtica yincana creativa en arenas movedizas. Al final encuentras recursos o tramas universales para que por lo menos la historia no se caiga… pero es toda una calamidad”.
B.R.: “Aquí no me quiero pronunciar por mi bien, pero me he encontrado más proyectos caóticos que no caóticos”.
¿Puedes contar alguno de los rituales o costumbres más raras del estudio?
D.S.: “Los viernes, antes de irnos de fin de semana, siempre tomamos unas cervezas o refrescos en el estudio mientras vemos algo del trabajo que hemos hecho las semanas previas. Para anunciar la hora de reunión, tenemos la tradición de ‘El Grito’, que indica que es el momento de bajar al comedor. Si ese día hay alguna reunión o situación que no nos permita dar ‘El Grito’, se envía al grupo un meme de nuestra compañera de recursos humanos: ‘¡Chicooooos, vamos bajando!’”.
E.G.: “Algo que odio y que parece haberse convertido en un ritual en todas las empresas son las reuniones WIP («work in progress»). Se pierde mucho tiempo alimentando y domando egos que compiten por ver quién es el más creativo. Una vez, incluso, decidí ver hasta dónde llega la obsesión de alguna gente por aparentar. Para ello, me inventé una absurda teoría económica (la “teoría de la pajarita turca”) y se la presenté a mi jefe de entonces, gráficos incluidos, para convencerle de que el estudio se iba a pique. El tipo fue incapaz de reconocer que no la conocía. Maravilloso. Todavía nos reímos en silencio”.
B.R.: “Bueno, raro no sé, pero era divertido. En los 90 se animaba a mano y los becarios de producción eran los encargados de contar los dibujos para asegurarnos de que el animador no se había dejado ninguno. Pues bien, cuando llegaban los becarios que entraban entonces en D’Ocón, los mandábamos a pedir en recepción las ‘gafas de contar planos’”.
Cuéntanos alguna historia vergonzosa que te haya ocurrido en el estudio o en algún evento de animación.
D.S.: “Presenté un proyecto de serie al Cartoon Forum 2008. No sé cómo pero, a pesar de ser unos novatos, nos seleccionaron para presentar el proyecto y allí me planté yo: traje, corbata, engominado y con un PowerPoint lleno de números, planificación, etc. Todo muy serio para la ‘búsqueda de inversores’. Fui el primero en presentar y a mi juicio todo había ido de maravilla. Pero al acabar, decidí ir a ver el siguiente pitch… Imaginaos mi cara cuando entran tres tipos disfrazados de gorilas, comportándose como animales y repartiendo plátanos a algunos de los presentes para después hacer su presentación. Después de eso, lo único que tenía claro era que mi ‘cagada’ había sido monumental y mi presentación un muermo. Errores de novato, supongo”.
E.G.: “Una vez vinieron unos japoneses trajeados inexpresivos. Eran de una juguetera muy importante. En esa reunión nos jugábamos mucho. Yo nunca necesito despertador, pero ese día me lo puse y me quedé frita. Cuando vi la hora, cogí los vaqueros tirados del día anterior y salí pitando. En la reunión todos me miraban raro la pierna. Me estaban poniendo nerviosa. Bajé la mirada y vi un bulto muy extraño, amorfo. Me asusté. Metí la mano. Eran las bragas y los calcetines apelotonados del día anterior. Y ya está. Los japos no cambiaron su expresión. Yo quise darle naturalidad, pero ya nunca fue lo mismo”.
B.R.: “En un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, un día estaba muy sobrepasada de trabajo, tenía más mal humor de lo normal, estaba a la gresca con un artista del departamento que no me entregaba los planos: ‘Que me entregues ya los planos para la revisión del director, que no llegas con los planos esta semana’, etc. El artista, como me veía mosca, más tardaba en entregarlos. Lo tenía ya frito y muy mosqueado. Total que me voy a la revisión, agobiada, porque no llegaban los planos, e iba cogiendo notas y chateando con otra coordinadora quejándome del artista en cuestión. Le digo que hoy salgo tarde por culpa de Juanito, bla, bla, bla, lo pongo verde y además le suelto: ‘No lo aguanto’. Pues nada, con tanto lío, mandé este mensaje al artista del que me estaba quejando. No me habló nunca más”.